Por: Deivis Castro (@Mcbo_vos es)
El domingo 24 de octubre de 1886, en las cercanías de la Plaza Mayor de Maracaibo, se celebró el nonagésimo octavo aniversario del nacimiento del general Rafael Urdaneta, héroe de la Independencia de Venezuela, a quién Bolívar llamó El Brillante. En cierto momento, el festejo se vio interrumpido por una lluvia tenue, que se hizo más copiosa hacia el sur de la ciudad.
Ya entrada la noche ocurrió uno de los fenómenos más impactantes que se haya registrado en Maracaibo, el cual todavía intriga a la sociedad científica, por la magnitud del evento que fue reseñado en la prestigiosa revista Scientific American fundada en 1845.
La revista de divulgación científica publicó una carta enviada por el cónsul de Estados Unidos en Maracaibo, señor Warner Cowgill, quien visitó el lugar de los hechos para constatar lo sucedido, gracias a lo cual tenemos el testimonio del diplomático traducido íntegramente de la misiva enviada a Scientific American, en la que detalla lo siguiente:
«Durante la lluviosa y tempestuosa noche del 24 de octubre, los nueve miembros de una familia, que dormían en una choza ubicada a varios kilómetros de Maracaibo, fueron despertados por un fuerte zumbido y una intensa luz deslumbrante que iluminaba con fuerza el interior de la casa. Los ocupantes relataron que, completamente aterrorizados y creyendo que el fin del mundo había llegado, se arrodillaron y comenzaron a rezar. Sin embargo, sus plegarias fueron interrumpidas casi de inmediato por violentos vómitos, seguidos de enormes hinchazones que primero aparecieron en la parte superior de sus cuerpos, siendo particularmente notables alrededor de la cara y los labios. Cabe destacar que la brillante luz no estuvo acompañada por una sensación de calor, aunque había humo y un olor peculiar. A la mañana siguiente, las hinchazones habían desaparecido, dejando en el cuerpo y la cara unas enormes manchas negras. Los afectados no sintieron dolor alguno, hasta que el noveno día la piel se les cayó y las manchas se transformaron en llagas. El cabello se les había caído del lado que estuvo expuesto a la luz y en los nueve casos fue la parte del cuerpo más afectada. Lo más impactante del incidente es que la choza quedo intacta y en el momento del suceso todas las puertas y ventanas estaban cerradas. Con posterioridad a los hechos, no se observó ningún rastro del impacto de rayos. Los afectados mencionaron que no hubo explosión, solo el zumbido ruidoso. Otra circunstancia interesante es que los árboles alrededor de la choza no mostraron signos de daño hasta el noveno día, cuando repentinamente se marchitaron, casi al mismo tiempo en que las llagas aparecieron en los cuerpos de los ocupantes de la choza. Tal vez sea una mera coincidencia, pero es destacable que la misma susceptibilidad a los eventos eléctricos haya sido observada tanto en organismos animales como vegetales en el mismo lapso de tiempo. He visitado a los convalecientes, en uno de los hospitales de la ciudad, y a pesar de que su apariencia es verdaderamente horrible, se espera que bajo ninguna circunstancia las heridas sean fatales».
Firma: Warner Cowgill
Cónsul de Estados Unidos en Maracaibo, Venezuela, 17 de noviembre de 1886.
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